Creo que el PSOE está perdiendo un tiempo precioso si su objetivo es conseguir la confianza de los ciudadanos. Pienso que no es una opción esperar a que los dos ex-presidentes de la Junta de Andalucía sean imputados o no. Es de suponer que el PSOE, dado que ha gobernado treinta y cinco años en Andalucía, cuente con incluso más documentos de los que han dispuesto los jueces para hacerse una idea cabal de lo que ha sucedido realmente.
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Se trata, en realidad, de una cuestión moral. Si estaban implicados en la corrupción, el partido ha de echarlos sin contemplaciones. En caso contrario, tiene que defenderlos a capa y espada no solo por un mínimo sentido del compañerismo, sino por el mero hecho de que son inocentes. El que sean imputados o no, es una cuestión secundaria, porque los tribunales lo único que dirán es si la actuación de los ex-presidentes se ajusta a los recovecos de la ley, no si su actuación fue correcta o incorrecta.
Actuar tibiamente es la peor de las soluciones para un partido con un nuevo dirigente que busca la confianza de sus posibles electores. Ratifica lo que piensa cualquier ciudadano cuando un caso de corrupción afecta a un partido político. Que no se actuará nunca firmemente porque los partidos tradicionales están tan enfangados, que tienen más miedo a que se descubra la verdad, que a perder las elecciones.
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