Se han investigado las características que determinarían que un alumno en especial y no otro, acabe siendo la víctima en un grupo. Por ejemplo, suelen tener pocas habilidades sociales; tienden al aislamiento; o son muy ansiosos. La familia de la víctima típica se caracteriza por ser excesivamente sobreprotectora, en especial, la madre
Estas descripciones olvidan que el acoso se dispara por los motivos más inesperados y contradictorios. El acosador puede elegir como víctima alguien porque es el más brillante del grupo, porque está menos desarrollado que los demás, porque es muy ordenado; o, por todo lo contrario: porque tiene alguna discapacidad, porque está poco desarrollado para su edad o por ser muy desordenado
Un principio básico para abordar el acoso escolar y cualquier acto violento es que nadie es responsable de que le agredan. Sin embargo, este principio básico se olvida frecuentemente, de modo que se acaba culpabilizando a la víctima. Es algo que sucede en excesivas ocasiones en diferentes órdenes de la vida.
—
Por ejemplo, una mujer es violada y siempre hay alguien que la considera culpable porque iba vestida de tal o cual manera (hay que decir que se ha demostrado que la forma de vestir no aumenta las posibilidades de que se produzca una violación).
El error básico de atribución o victimización secundaria consiste en considerar causante de la agresión a la misma víctima.
En el acoso escolar el acosador siempre encuentra algún motivo para ejercer violencia sobre la víctima. Por ejemplo, si le gasta bromas pesadas a la víctima que le hacen sufrir, el acosador se defenderá diciendo que solo pretendía hacer una gracia y que la víctima no supo reaccionar bien. O dicho de otro modo, la víctima es la culpable, dado que no sabe reaccionar adecuadamente.
Lo mismo sucede con los espectadores, los cuales acaban justificando la violencia física y psíquica. Según ellos, la víctima posee algunas cualidades que no sintonizan con el grupo. Por si fuera poco, la víctima, ante el acuerdo unánime y continuado de sus compañeros, tras preguntarse a sí misma qué hay en ella que provoca esas reacciones, acaba respondiéndose que, ciertamente, ella es la responsable de lo que está sucediendo.
Pues bien, también los padres y los profesores pueden caer en el error básico de atribución. Cuando en un centro se detecta acoso escolar se llama a los padres del acosador y de la víctima; se habla con los compañeros de ambos; se les saca de clase para hablar con el psicólogo del centro, etc. Es decir, hay una intervención de los profesores en la vida tanto del acosador como de la víctima.
Al final de todo el proceso, los padres y los profesores que han llevado la investigación pueden llegar a la conclusión de que en la víctima hay algo que justifica que le agredan.
Por ello hay que insistir en unos principios básicos:
1º La víctima es la víctima.
2º El acosador es el culpable y los espectadores los cómplices.
Que un alumno sea tímido, que no le hagan gracia las bromas, que se vista de determinada manera, que se lleve bien con su madre o con los profesores no es ningún problema. El problema lo tienen el acosador y los espectadores que se han dejado llevar por sus instintos más primitivos.