El Seminario de Vergara fue pionero en agrupar a los alumnos por edades.
La expulsión de los jesuitas en 1767, que detentaban la enseñanza de elite en todos sus tramos, ofreció la posibilidad de reformar el sistema educativo desde primaria hasta la universidad. Se formularon algunos planes integrales en los que se insistía en la relación entre curso y edad.
El fracaso de la reforma
Pero las reformas fracasaron por lo que suelen fracasar las reformas educativas de todas las épocas: las resistencias del profesorado y la falta de financiación. Esta situación hizo que Meléndez Valdés dijera a finales de siglo:
«Nos falta un curso elemental que abrace por entero con claridad y sencillez la instrucción de los primeros años. Nos faltan libros y lecturas que con utilidad y recreo nos llenen los siguientes. O todo, en fin, nos falta, o está lo que tenemos, sábelo V. A., incompleto y sin orden conveniente.»
Experiencias particulares
Se puede decir que, en general, a batalla por configurar un sistema educativo global se saldó con un fracaso para los ilustrados. Por ello, los ilustrados prefirieron centrarse en experiencias más limitadas y concretas como el Instituto Asturiano, al que dedicó un gran esfuerzo Jovellanos, o como el Seminario de Vergara, creado a partir de una Sociedad Económica.
El Seminario de Vergara fue la más emblemática de las instituciones educativas ilustradas. En él se intentó aplicar con más rigor el criterio de la edad para clasificar a los alumnos.
El Seminario de Vergara y las edades
En el Seminario a las diferentes etapas educativas en vez de “cursos”, se las llamaban “épocas”, y en ellas se juntaban alumnos que se llevaban un máximo de edad determinado.
En la primera “época” se juntaban los alumnos de 7 a 11 años; en la segunda “época” los de 12 a 13 años; en la tercera los de 13 a 15 años; y en la cuarta se encontraban los de 15 a 18 años.
Para que un niño fuera admitido en la primera “época” se exigía a los aspirantes que dijeran su edad. Lo que ocurría era que hasta este requisito era difícil de comprobar. La única prueba válida de que alguien tenía una edad concreta era la fe de bautismo y, en reiteradas ocasiones, los alumnos, a pesar de la insistencia de la Junta del Instituto, no la presentaban por carecer de ella.
A los alumnos huérfanos se les eximía de este requisito y se les permitía entrar en la primera “época” hasta los 14 años aproximadamente.
La edad en que se terminaban los estudios en el Seminario de Vergara también presentaba excepciones. Los alumnos del Seminario de Vergara debían acabar los estudios a los 18 años.
Los alumnos huéspedes
No obstante, para aquellos alumnos que no habían terminado esa edad, se contemplaba la figura del alumno “huésped”. Los “huéspedes” disfrutaban de mayor libertad y debían asumir algunas responsabilidades. Elegían, con la autorización de sus padres y del maestro Inspector, las asignaturas a las que se iban a dedicar y, en caso de que faltara temporalmente un profesor, lo sustituían.
Con la figura del alumno “huésped” se rescataba a aquellos alumnos que habían demostrado su interés por el estudio y se favorecía, en la medida de lo posible, que las edades y las “etapas” se salvasen en su tramo final.
Era un modo realista de seguir la tendencia moderna, que agrupaba los alumnos por edad para que recibiesen los mismos conocimientos, y de adaptarse a una realidad anclada en el Antiguo Régimen.