El agrupamiento por edades favorece a los más dotados intelectualmente
La agrupación por conocimientos tenía ciertas ventajas. Hacía posible que los alumnos aventajados pasaran a los cursos que se adecuaban más a su capacidad, y que no estuvieran estancados en un curso con compañeros de su misma edad, pero más atrasados.
Este era el caso de los alumnos especialmente dotados para los estudios y de los que tenían más base por haber sido enseñados por preceptores en su casa.
Las ventajas de la educación en casa
En efecto, los niños de familias acomodadas que estudiaban con preceptores en sus propias casas no seguían la trayectoria educativa de los niños que estudiaban en escuelas o colegios. Cuando un niño educado por un preceptor ingresaba en un colegio se saltaba los tramos de enseñanza que se juzgaran oportunos.
Era muy común que un niño pasase, sin necesidad de haber estudiado la enseñanza primaria ni la secundaria, a las Facultades Menores, es decir, al bachillerato.
La educación por medio de preceptores era mucho mejor que la que se daba en las escuelas y colegios. Los preceptores atendían las necesidades de cada niño individualmente, de modo que era frecuente que los niños normales educados en casa fueran muy adelantados con respecto a los que iban a las escuelas.
Aprendiendo al ritmo propio
Orgullosos de este adelanto se mostraban en sus autobiografías Mor de Fuentes, que a los siete años componía versos en latín, y Alcalá Galiano, que a los tres años ya sabía leer y que afirmaba que gracias a que le habían educado en casa…
«…A poco más de los cuatro años sabía de memoria gran parte de las fábulas de Samaniego, muchas de las de Iriarte, con los malos versos sobre la historia de España, por el padre Isla, anejo a su traducción del compendio de Duchemne. Sin contar otras obras de igual o parecida naturaleza, en que estaba incluido el Catecismo de Fleury, porque cuidaban mucho de enterarme de la Historia Sagrada y de las doctrinas de la religión…»
Favoreciendo a los alumnos especialmente dotados
Mor de Fuentes ingresó en una Facultad Menor de Zaragoza con 11 años cuando lo normal hubiera sido hacerlo con 14. Blanco White, que fue educado en su casa hasta los 12 años, comentaba que cuando entró en el seminario en su clase había alumnos que le llevaban 4 años.
La clasificación de los alumnos por conocimientos que se practicaba en el Antiguo Régimen permitía que la rapidez con la que avanzaban en sus estudios los alumnos precoces y superdotados no fuera ningún problema. Por el contrario, el sistema antiguo les permitía que terminaran sus estudios varios años antes que los alumnos normales.
Algunos ejemplos sobresalientes
Alumnos especialmente dotados para los estudios fueron Olavide y Jovellanos. Los dos finalizaron sus estudios en tiempo récord. Jovellanos a los 20 años había estudiado dos carreras universitarias con notas brillantes y a los 24 ejercía como fiscal en Sevilla.
La trayectoria de Pablo Olavide merece el calificativo de meteórica. A los 16 ya había conseguido estudiar tres carreras y a los 17 años ejercía como catedrático. Meléndez Valdés, un alumno que siguió una trayectoria educativa normal, nos sirve como término de comparación: inició la carrera a los 18 años y consiguió todos los grados universitarios a los 25.
Otra consecuencia de que a los alumnos no se les agrupase por edad era que las fronteras entre lo que era un niño, un adolescente y un joven se hacían muy difusas. Dado que a un alumno no le adjudicaban, como en la actualidad, un curso por su edad, sucedía que niños, adolescentes y jóvenes compartían el mismo espacio y debían lograr los mismos objetivos académicos.
También las mismas franjas de edades en que se establecían las amistades eran bastante amplias. Por ejemplo, Blanco White con 15 años se hizo amigo en su colegio de los poetas Manuel María Mármol de 19 años y Manuel Arjona de 21 años, y esas amistades le duraron toda su vida.
Un joven, por tanto, no tenía que empezar a trabajar para relacionarse en pie de igualdad con personas de diferente edad.