Para casarse había que pedir autorización a los padres. La opinión de las madres no importaba en absoluto. El joven enamorado que, en la primavera de 1776, atraído por los timbales y trompetas, hubiera escuchado el pregón en que se proclamaba la pragmática de Carlos III sobre los matrimonios, se habría quedado con la boca … Continúa leyendo LAS MADRES NO CUENTAN PARA NADA DE NADA
LAS MADRES NO CUENTAN PARA NADA DE NADA
