ACOSO Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN. EL CASO ROCÍO CARRASCO

Estamos asistiendo en vivo y en directo a las confesiones de Rocío Carrasco, una mujer maltratada por su marido.  El marido ha rentabilizado económicamente el maltrato durante años. Pero, ¿solo el marido se ha aprovechado de esta situación? Evidentemente no.  Cierta prensa del corazón ha sacado provecho y lo está sacando ahora. Se trata de un espectáculo morboso, aunque sea la víctima la que cuente ahora su versión, en busca de la justicia mediática en los platós de televisión.

Los presentadores y los colaboradores han sido espectadores e incitadores del acoso que ha sufrido Rocío Carrasco. En realidad, el caso Rocío Carrasco muestra la auténtica esencia de estos programas, a saber, hurgar de forme inmisericorde en las vidas privadas y acosar a las personas en las que se pone el foco. Víctimas de este acoso son grandes artistas como Isabel Pantoja y muchos famosillos de segunda fila que se prestan a este juego enfermizo.

Los presentadores y colaboradores que han participado del acoso a Rocío Carrasco son, sin duda, responsables directos del sufrimiento de Rocío Carrasco y de tantas otras víctimas que han visto como hurgaban en su vida personal de una forma tremendamente desconsiderada.

El acoso se ha convertido en un espectáculo de éxito gracias a unos espectadores caracterizados por un ansia desmedida del comadreo más torticero y elemental. Los “Reality shows” del tipo Gran Hermano consisten básicamente en acosar a uno de los participantes hasta el punto de expulsarlo del grupo por los motivos más peregrinos.

El acoso es justamente esto. Una serie de personas que se pone de acuerdo para expulsar de una forma insidiosa a un miembro del grupo.

Pero no solo hay acoso en este tipo de prensa del corazón. Los medios de comunicación en general dan la impresión de estar buscando siempre en quién poner el foco para desatar los peores instintos de la sociedad.

Un ejemplo muy claro fue el caso Wanninkhof. Se acusó a una mujer de haber matado a una niña y los medios de comunicación se cebaron en ella. El caso fue a juicio y, a pesar de que la misma policía insistió en que no había pruebas contra ella y en que, por el contrario, las había de su inocencia, un jurado popular la condenó. Por suerte, otro tribunal la absolvió.

Otro caso muy doloroso fue el de la desaparición y muerte de la joven Diana Quer. Los medios de comunicación sacaron lo peor de sí mismos atacando y acosando a la hermana y a la misma madre de la chica. Más tarde se descubrió al asesino.

El acoso está muy generalizado en los medios de comunicación con intromisiones injustificadas y dañinas en las vidas privadas de los personajes públicos. Por ejemplo, cuando Rodrigo Rato, el político y presidente de Caja Madrid, fue objeto de escarnio por bañarse en un lugar alejado con la mala fortuna de llevar un bañador semitransparente.

Por otro lado, el acoso está tremendamente generalizado en el juego político. Acosos palmarios fueron los “scratches” (acudir a ejercer violencia psicológica contra los políticos en sus domicilios particulares sin importar la presencia de otros familiares, incluso niños) cuando eran fomentados por Podemos. Pablo Iglesias, por su parte, recibe acoso cuando le hacen “scratches” en su propio domicilio.

El acoso se da en muchos ámbitos de nuestra sociedad: el nacionalismo, el racismo, la xenofobia, el acoso laboral y escolar; también se dispara con mucha frecuencia en las redes sociales o cuando, en el fútbol, los hinchas que la toman con un jugador. Todas estas situaciones tienen la misma raíz: grupos de personas que se lanzan a atacar a otras personas de forma injustificada y más allá de toda medida.

El acoso es consustancial al ser humano. El que vivamos en grupo es una de nuestras mayores fortalezas para afrontar los retos más diversos, pero también una de nuestras mayores debilidades. Los grupos consolidan su identidad oponiéndose a otros grupos y acosando a alguno de sus miembros.

Hay que estar muy seguro de la propia identidad y, a su vez, ser muy consciente y muy sensible al dolor de los demás para no caer en el acoso en el ámbito social y en el personal.

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