A principios del siglo XIX, el dentista Laurent Mourguet, para distraer a sus pacientes del dolor, represen- taba obras con títeres. Tal fue su éxito que decidió montar un teatro que obtuvo bastante fama. A las representaciones siempre iba un trabajador de una sedería cuyo personaje preferido era Polichinela. Cada vez que Polichinela hacía algo gracioso, gritaba, ¡Cest guignolant!. De ahí la palabra guiñol.
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