Desde los faraones a tu casa
La historia de la maceta es paralela a la de la hortofloricultura. La maceta surgió en el momento en que se empezaron a cultivar plantas para consumir sus frutos y adornar las casas.
Las primeras plantas en macetas de que hay constancia se cultivaron en Egipto hace unos 5.000 años. En Egipto se colocaban macetas en los templos y los palacios. También en las casas más humildes en las que había huertos y jardines. Eran tan habituales que se ponían macetas con flores en cualquier rincón. La representación más antigua de una maceta se encuentra en un relieve de la tumba de la reina Hatshepsut; en él se ve a una mujer portando una maceta con tres árboles de incienso. A la reina le gustaba un tipo de incienso especial y lo hacía traer para su disfrute desde un lugar recóndito de África.
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En China se utilizaban las macetas desde muy antiguo con el fin de disponer de plantas de interés culinario y ornamentales. De China procede la afición por los bonsáis, la cual pronto pasó a Japón. El cultivo de los bonsáis desde sus orígenes hace más de 2000 años se consideró un arte refinado propio de monjes y de la aristocracia.
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Sin embargo, fue en la capital del imperio romano donde la pasión por las macetas llegó a su paroxismo. Las insulae, los edificios característicos de Roma, tenían seis pisos y de ellas había cuarenta y siete mil. Todos los patios, balcones, ventanas, barandillas y terrazas de las insulae estaban repletos de macetas. Se dice que la afición de los romanos por las plantas se debía a su añoranza de la vida del campo. De hecho, algunos escritores llamaban a las macetas «pedazos de campo».
Los musulmanes, como se dice en el Corán, conciben el paraíso como un jardín. Estar en un jardín, de este modo, implicaba acercarse a Dios. Los palacios eran una sucesión de jardines en los que las macetas formaban parte esencial. Lo prueban algunas inscripciones poéticas de uno de los palacios musulmanes más emblemáticos, la Alhambra de Granada.
En el tradicional patio andaluz, cuyo ejemplo más típico se da en la ciudad de Córdoba, se recogen la tradición romana y musulmana de la casa mediterránea. El patio andaluz consiste en una habitación al aire libre, donde, gracias a las plantas contenidas en macetas, se logra un agradable microclima que invita al sosiego y a la conversación plácida.
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Una de las funciones principales de las macetas es la de servir de recipiente para trasladar las plantas de un lugar a otro. Ya sea para llevarlas a diferentes partes de la casa o del huerto con el fin de protegerlas de las inclemencias del tiempo, ya sea para transportarlas a largas distancias. Un caso muy particular fue la Orangerie de Luis XIV que mandó construir en su palacio de Versalles. En la Orangerie se guardaban del frío unos naranjos en grandes macetas; cuando llegaba el buen tiempo, el rey mandaba que los llevaran al Parterre de las Flores por medio de un ingenioso artificio.
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Los egipcios, los griegos, los romanos y los mismos cruzados importaban no sólo plantas útiles, sino también ornamentales, dado que desde siempre poseer plantas exóticas se ha considerado un elemento de distinción.
Con el descubrimiento de América se iniciaron los grandes viajes de exploración en barco y el gran trasiego de plantas en macetas. Los exploradores transportaban especies desconocidas del Nuevo Mundo y los colonos europeos se llevaban aquellas que habían cultivado desde la antigüedad. En el siglo XVIII no había expedición que no contara entre sus tripulantes con un botánico encargado del estudio y de la recolección de plantas que luego se aclimataban en los Jardines Botánicos.
En el siglo XIX se logró una gran eficacia en el transporte de plantas en macetas con las aportaciones de exploradores como el doctor Livingstone o las de Nathaniel Ward que descubrió el cultivo de plantas en recipientes cerrados de cristal. Fue así como la afición a las plantas cobró un gran auge en Occidente.
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Es la época en que se comenzaron a construir los grandes invernaderos acristalados y en la que el cultivo de plantas de interior se consideró un adorno imprescindible en las clases altas. Esta afición pasó a las clases medias y populares urbanas y no había casa que no dispusiera de macetas para su adorno.
Actualmente el cultivo de plantas en macetas está de moda. No hay población que no cuente en sus inmediaciones con un vivero donde se encuentran macetas de variados modelos y numerosos tipos de plantas. Algunos de estos viveros han copiado a los grandes supermercados con sus grandes carros y líneas de cajeros. Mención aparte merecen los huertos urbanos. En ellos se utiliza una gran variedad de recipientes para cultivar con mimo plantas aromáticas, hortalizas y frutas.
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