Entre los 11 y 14 años está la franja de edad en que se da más acoso escolar, alcanzando el pico en los 12 años. Es el dato que proporciona el servicio telefónico contra el acoso escolar (900 018 018) basándose en las miles de llamadas que han recibido y que confirman importantes estudios. A partir de los 14 años los casos de acoso escolar disminuyen, hasta convertirse en algo raro y puntual a partir de los 16 años. L
Lo cual no significa que antes ni después de estas edades no haya acoso escolar. El acoso y convertir en chivo expiatorio a una persona o a un grupo de personas es un fenómeno que se da en todas las edades y colectivos. Se podría decir que todos los grupos humanos necesitan buscarse un enemigo para reforzar su identidad.
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En términos de curso escolares, el acoso escolar se da entre alumnos que están en los últimos cursos de primaria y los primeros de secundaria.
¿Qué es lo que sucede a esas edades para que se de algo tan desagradable como el acoso escolar? Lo que sucede es que a partir de esas edades va cobrando más importancia el grupo. No menos importante es que ya tienen pleno conocimiento de que las cosas, en cuanto a su futuro profesional y como personas, van en serio.
En la evolución normal de una persona, a esas edades los padres dejan de ser la referencia principal y el grupo cobra una gran importancia. Recuerdo que una madre se quejaba con tristeza que su hijo de primero de la ESO no dejaba que le acompañara al instituto. La madre recordaba con nostalgia las conversaciones que mantenía con su hijo en el trayecto de su casa al colegio. Pero es que para su hijo, el que él apareciera de la mano de su madre a las puertas del instituto habría sido ¡ESPANTOSO!
A estas edades los amigos y los compañeros son lo más importante. Fuera del centro escolar, formarán su propia pandilla de la que saldrán verdaderos amigos con los que compartirán momentos memorables. El amigo que posea un carácter especial será el líder de la pandilla estableciéndose un peculiar juego de roles.
El grupo-clase y la pandilla tienen en común una característica fundamental. La necesidad de sus componentes de ser aceptados por los demás. A lo largo de nuestra vida esta necesidad permanece y es el motor de muchas de nuestras acciones.
Otra característica más problemática que la anterior es que los grupos se cohesionan marcando diferencias. A veces con otros grupos o con individuos concretos. A tal grupo le puede parecer inadmisible que a unos de sus componentes le guste tal o cual música, o que se vista de determinada manera. Si algún chico no cumple determinadas características, no será admitido en el grupo. Los grupos tienden a ser uniformes y a no admitir las diferencias.
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Por otra parte, en los últimos años de primaria y los primeros de secundaria las cosas empiezan a ir en serio. Un niño pequeño hace un dibujo y, aunque sean cuatro garabatos, los padres lo celebran con verdadero entusiasmo. El niño cuenta con la aceptación inquebrantable de sus padres. En cambio, a esas edades los alumnos saben si dibujan bien o mal.
Ellos ya se han comparado con los demás y han tenido la experiencia de haber recibido notas buenas y malas. En el rendimiento académico se encuentra la diferencia entre sentirse un fracasado o no. Hay estudios en los que se pregunta a los alumnos cuál es su principal preocupación. Ellos responden que su éxito académico o profesional.
Si mezclamos ambos aspectos, necesidad de aceptación y importancia del éxito académico, será fácil interpretar el dato de la gran frecuencia en que los alumnos repetidores acaban siendo con facilidad o bien acosadores o bien víctimas.
El acosador necesita llamar la atención sobre otras cualidades que no sean su buen rendimiento académico o sus carencias sociales. Con este fin, utilizará a la víctima para situarse por encima de ella y, con ese juego cruel, conseguir el liderazgo y la aprobación del grupo.
El paso de primaria a secundaria muchas veces trae aparejado también el cambio de centro educativo. Para muchos alumnos es el primer cambio radical de sus vidas. En el nuevo centro se encontrarán compañeros desconocidos y una dinámica académica diferente. En primaria el trato de los docentes es más personal. En secundaria, cada asignatura tiene su propio profesor que entra y sale del aula cada hora.
En este nuevo entorno la necesidad de aceptación y la importancia del éxito académico se acrecientan generando una cierta inseguridad. Esta inseguridad es el caldo de cultivo para buscar a un chivo expiatorio, es decir, alguien en quien descargar la angustia y la incertidumbre. El chivo expiatorio es la víctima colectiva y es el paso previo al acoso escolar.