Se estima que entre 20.000 a 40.000 mujeres fueron rapadas tras la liberación de Francia por los aliados. Gente anónima acusaba a las mujeres y la misma gente las condenaba a ser rapadas. El delito era haber colaborado pacíficamente con los alemanes, lo cual no estaba penado por los tribunales franceses. No se conoce ningún caso de que ninguna mujer que fuera acusada, después fuera absuelta y liberada de la humillación pública.
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La principal acusación contra las mujeres era la de colaboración horizontal con los invasores, esto es, haber mantenido relaciones sexuales con los alemanes. También se las rapaba por delación, espionaje o haber participado de algún modo en cualquier operación de las fuerzas ocupantes.
Otros motivos aducidos para castigar a las mujeres eran más peregrinos. Se rapaba a mujeres que habían servido en casas de alemanes, a las institutrices y a las costureras. En ocasiones el delito fue bromear o reír con un alemán. A veces, vivir cerca de un alemán fue un motivo suficiente. Los rumores, los cotilleos y las venganzas personales fueron los motores fundamentales de este tipo de justicia popular.
El rapado de mujeres se había dado no hacía mucho en la Guerra Civil española. Cuando los del bando nacional conquistaban una población, se buscaba a las mujeres que habían estado con republicanos, especialmente a las solteras, se les rapaba la cabeza y después se les hacía beber aceite de ricino.
El fenómeno de las tondues no fue exclusivo de Francia. Tras la segunda Guerra Mundial se raparon cabezas en Bélgica, Italia y, en menor medida, en los Países Bajos y Dinamarca. Sin embargo, en ningún país alcanzó el número que en Francia.
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Tras la Liberación hubo varias oleadas de mujeres rapadas. Nada más acabar la guerra se rapó a muchas mujeres y también se ejecutó a muchas personas sin juicio previo. En la siguiente oleada intervinieron en el rapado un tipo especial de partisanos: aquellos que se apuntaron a la Resistencia cuando prácticamente los alemanes se habían ido de Francia. No se conoce ningún caso de mujeres de la Resistencia que participara en estos actos.
El cruel ritual se ejecutaba con variantes en cada caso. En general, se apresaba a la mujer en su propia casa. Después se la llevaba a un lugar público donde se había constituido un tribunal popular formado por personas con probados sentimientos patrióticos. Hay casos en que un policía presidía el tribunal, dando una apariencia de legalidad al juicio. Se juzgaba a la mujer e, invariablemente, se la condenaba por indignidad nacional.
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El castigo variaba. A veces se les pintaba cruces gamadas en el cuerpo con alquitrán o pintura roja. A unas las rapaban completamente y a otras les dejaban mechones de pelo en la cabeza. Para que la humillación fuera más visible, las subían a un estrado o a un balcón para exhibirlas. A continuación, se paseaba a las mujeres rapadas por las calles de la ciudad entre insultos y mofas. A algunas mujeres rapadas las hacían desfilar en ropa interior y a algunas las obligaron a caminar desnudas entre la muchedumbre.
Las mujeres rapadas en Francia, las tondues, son un claro ejemplo de chivo expiatorio. El malestar acumulado durante años de ocupación alemana se descargó en mujeres que no tenían especial culpa de la invasión e, incluso, mujeres completamente inocentes. No se atacó a los policías franceses que se encargaron de reprimir a sus propios compatriotas, ni a los dueños de los restaurantes y bares que acogieron a los alemanes, ni a los que obtuvieron un beneficio económico surtiendo de productos de todo tipo a la fuerzas ocupantes.
El fenómeno de las tondues tiene un componente machista indudable que recuerda la persecución de las brujas medievales. Una evidencia de ello es que se las despojaba de su pelo, considerado como un elemento de atracción sexual, y se las desnudaba.
El castigo lo llevaban a cabo una masa anónima de ciudadanos que, mayoritariamente, había soportado en silencio y dócilmente la ocupación alemana.
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