Los ilustrados prohibieron con razón los disciplinantes, las bofetadas en las misas y los empalados.
A los ilustrados les resultaba incomprensible y repugnante el salvajismo de los disciplinantes. Sostenían que se flagelaban en público con la doble finalidad de cumplir algún voto y de impresionar a algunas mujeres con una muestra de hombría feroz:
«Contémplese cómo empieza a brotar la sangre…, cómo va salpicando las enaguas, se distribuye en canales por el faldón, cómo le humedece, cómo le empapa, hasta entraparse en los pernejones del pobre disciplinante, y dígame con serenidad el más apasionado contra las glorias de Campos si hay en el mundo espectáculo más galán ni más airoso, si puede haber resistencia para este hechizo, y si no tienen buen gusto las mozanconas que se van tras los penitentes, como los muchachos tras los gigantones y la tarasca el día del Corpus.»
Bofetadas en misa
Absolutamente irracional le pareció a Blanco White el horrible espectáculo que tuvo la desgracia de presenciar en una misa que él oficiaba en un lugar llamado la Santa Cueva. Cuando terminó el sermón, se apagaron las luces y dos sacerdotes repartieron a las trescientas personas allí congregadas manojos de disciplinas hechas de cuerda y gruesos nudos:
«Pero antes de tomar cumplida venganza de la carne pecadora, los piadosos verdugos de su propio cuerpo interrumpieron su invisible despojo para darse en el rostro una sonora bofetada en el mismo momento en que el sacerdote cantor recordaba la que recibió Cristo de manos del criado del sumo sacerdote.
Concluido el relato de la Pasión se entonó el Miserere, que bien pronto tuvo el acompañamiento del ruido de los azotes que castigaban nerviosamente la dura carne pecadora y formaban el bajo más extraño que pueda imaginarse. El celo de los flagelantes crecía a medida que la operación seguía su curso y puedo atestiguar que he visto las paredes manchadas de sangre en las iglesias donde tenía lugar una práctica semejante.»
Según Blanco White, en todas las ciudades había sacerdotes que recomendaban a los fieles más devotos que se mortificaran y que ponían como ejemplo a los santos que habían practicado esta salvaje disciplina ascética con más ahínco.
Prohibidos los disciplinantes y los empalados
Con la aquiescencia de algunos eclesiásticos, el 20 de febrero de 1777 fueron prohibidos el paso de disciplinantes y el de empalados. En la orden se daba una orientación sobre el tipo de religiosidad que preferían los gobernantes ilustrados:
“… debiendo, los que tuvieran verdadero espíritu de compunción y penitencia, elegir otras más racionales, secretas y menos expuestas”.
Los ilustrados, partidarios de una religiosidad más íntima y austera, instaron a las autoridades locales y religiosas a vigilar y, en su caso, a extinguir las cofradías religiosas cuyas actividades principales fueran las comilonas y derrochar adornando lujosamente la imagen de su devoción. También intentaron, con relativo éxito, reformar las romerías, las danzas litúrgicas y los altares de mayo.
Texto relacionado con el libro El viejo truco del amor
Foto de cabecera: web Turismo Extremadura