EXPLICACIÓN: EL LAZARILLO DE TORMES
LOS BUENOS: HIPÓCRITAS Y ACOMODADOS
Señor, yo determiné arrimarme a los buenos. Es la contestación que da Lázaro al arcipreste de San Salvador.
– Lázaro de Tormes, quien ha de mirar a dichos de malas lenguas, nunca medrará. Digo esto porque no me maravillaría alguno, viendo entrar en mi casa a tu mujer y salir della. Ella entra muy a tu honra y suya, y esto te lo prometo. Por tanto, no mires a lo que pueden decir, sino a lo que te toca, digo a tu provecho».
– Señor -le dije-, yo determiné de arrimarme a los buenos (…)
Pero, ¿quiénes son los buenos? ¿Cuál es el mensaje final de la obra? ¿Qué ha aprendido Lázaro a lo largo de su vida?
Lázaro ha aprendido que para disponer de dinero y una vejez asegurada, lo mejor es conseguir un buen trabajo. Por lo tanto, los buenos son las personas acomodas y los que trabajan, y no los ladrones ni los criminales.
Lo segundo y lo más importante, es que los buenos saben mirar a otro lado cuando les conviene. Lo esencial para los buenos es su propio interés. Su gran preocupación es el beneficio propio y no la moral.
Como dice Lázaro en el último tratado, está agradecido al ciego por lo mucho que le enseñó. Del ciego aprendió a vivir con astucia. De sus otros amos (el buldero, el escudero y los clérigos) no aprendió valores como la justicia, la solidaridad, la sinceridad o la valentía, sino que es lícito aprovecharse de los demás. En realidad, los buenos son unos hipócritas.
Los buenos sólo se inmutan sí les tocan sus propios intereses. No les afecta en absoluto la injusticia que hay a su alrededor. Como se dice en una frase atribuida a Martin Luther King, el cual fue asesinado por defender los derechos de los negros en Estados Unidos: «No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que me preocupa es el silencio de los buenos».
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