En el siglo XVII en Francia los títeres llegaron a atraer más público que los actores de carne y hueso. Estos protestaron y consiguieron que las autoridades les exigieran unos altos impuestos. Fue, no obstante, en el si glo XIX cuando la afición por los títeres se hizo imparable. El gusto por los títeres estaba tan extendido, que Lord Byron afirmó: El que no ama a los títeres no es digno de vivir.
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